Llega un momento en la vida en el que te das cuenta que ya
no eres (tan) joven como antes, sí, lo siento, es así, el tiempo pasa, y las
cosas cambian, es inútil resistirse, hay que admitirlo. Donde más se nota que ya
no eres una jovenzuela alocada, sino una persona madura, no es las arrugas, ni
en que no ves tres en un burro, ni en nada parecido, sólo tienes que observarte cuando sales y ver si tienes
alguno de estos síntomas de viejunismo:
Cuando sales por ahí y al entrar en un garito buscas un
lugar decente dónde depositar tu abrigo y bolso, es señal inequívoca de que has
entrado en la madurez. Para el adolescente o joven la palabra guardarropa no
existe, cuando eres una adolescente alocada lo tiras todo al suelo en el primer
rincón que encuentras, sin hacer antes la prueba del algodón ni la del carbono
14, porque ahí hay mierda incrustada desde que Alaska iba con los Pegamoides y
lo sabes, pero eso a ti te da igual, te
puede más el ansia por divertirte. Cuando te vas, te pones a revolver en un
montón informe que te llega a la cintura y con suerte encuentras tu abrigo
hecho un auténtico guiñapo y lleno de lamparones, pero la noche es joven y ya
lo lavará todo tu madre.
Otro síntoma es la hora de retirada. Sabes que has entrado
en la madurez, porque llega un momento de la noche en el que sencillamente no
puedes más, pero literal. Cuando te visualizas en tu casa en pijamita,
metiéndote en tu cama y tapándote con el nórdico, mientras te apoyas en la
barra, un altavoz o lo primero que pillas, malo, no esperes más, ha llegado el
momento de irte a casa. Pretender hacerte la dura (joven) y aguantar más no servirá de nada, porque en
breve tu cuerpo directamente no responde y no sientes los pies. Huye mientras
pueda antes de querer cortarte las piernas en oblicuo aún a riesgo de ir dando
cojetás el camino hasta el taxi. Se ha dado el caso de madres que se han
abierto camino a empujones hasta un taxi libre, o incluso han fingido un
desmayo o un esguince. Ay que ver, con lo que yo he sido…
Ya no funciona lo de que cuanto más cansado estás mejor
duermes, ahora como llegues a casa pasadas las 3, vas a pasar una nochecita de
aúpa. Al principio parece que te duermes, pero luego te despiertas y estás en
un duermevela en el que te levantas a beber agua, te acuestas, das vueltas, te
duermes, te despiertas otra vez bañada en sudor, te quitas los pantalones del
pijama, sacas un pie, te vuelves a dormir, te vueles a despertar porque el pie
se te ha quedado helado y lo vuelves a meter, mientras repites en tu cabeza
como un mantra: “no vuelvo a salir, no vuelvo a salir, no vuelvo a salir”,
vamos, un infierno.
La fase de recuperación: Con la noche que has pasado,
imagínate cómo te vas a levantar el día siguiente. Se acabó esa época dorada en
la que te corrías la juerga del siglo y al día siguiente estabas como una rosa,
ahora tu cuerpo se venga de los excesos
de la noche anterior con auténtica saña. Más vale que no te pases porque
si no, al día siguiente estarás como un extra de Walking Dead, con la cabeza a
punto de explotar, ojeras tipo mapache y los ojos inyectados en sangre, una
delicia, nada que no pueda curar una buena siesta.
Que no pare el ritmo, olvídate de salir al día siguiente, yo
he comprobado que no aguanto las fiestas de los pueblos, al tercer día me pongo
mala y vomito, es matemático, si es que la naturaleza es sabia y ya no estamos
para esos trotes. Me han recomendado al llegar a casa apretarte una rebanada de
pan de molde, a ser posible untada con Nocilla, lo probaré a ver si funciona.
Luego está el tema del termostato, no recuerdo yo haber
pasado frío de joven jamás, y mira que iba poco abrigada, y el calor,… pues tampoco, la verdad, que había que quedar
en pleno mes de agosto con 40 grados a la sombra? Pues se queda, hombre, me voy
a perder yo una fiesta. Está demostrado científicamente que los jóvenes no sienten
el frío ni el calor, vamos, que ni sienten ni padecen. Ahora me dices a mí que
salga sin chaqueta para lucir una camiseta y te digo que “amos anda”.
En fin, que si aún no habéis entrado en esta etapa de
viejunismo aprovechad, que ya os llegará, ya. Ahora, que a mí no me ata en casa
nadie, si hay que salir, se sale, aunque
sea echando el hígado por la boca, eso sí, con prudencia y medida, que luego ya
sabemos lo que pasa…
Imagen vista aquí
Jaja llegados a este punto ya me empiezo a reír yo sola cuando veo una imagen de Playmobil en mi feed de Blogger, antes siquiera de leer el post!
ResponderEliminarYo creo que también me hago viejuna, me ha brotado un mechón de canas en la sien y digo todas las frases típicas de madre :/
Uy, lo de repwtir las frases de tu madre que más odiabas es otro síntoma inequívico de madurez y viejunismo , jajaja. Un beso guapa
EliminarLeerte confirma mis temores, amos q no salgo ni jarta de vino.
ResponderEliminarJijiji, que no, hombre, hay que salir de vez en cuando para luego decif lo de "recuérdane que no vuelva a beber", jajaja
EliminarJijiji, que no, hombre, hay que salir de vez en cuando para luego decif lo de "recuérdane que no vuelva a beber", jajaja
EliminarY no cuentas que llega en esa etapa el pensamiento de... "Yo aguanto hasta la hora que sea, no vaya a ser que me llamen viejuna, peeeeeeero... Mañana tendré que levantarme a la misma hora que las niñas, y éstas no son de las dormilonas, que digamos." Con lo que estás "divirtiéndote" a la vez que piensas que "otra hora más ha pasado, otra hora menos de sueño".
ResponderEliminarY ya, para rizar el rizo, qué más se puede pedir? pues que una de Lasniñas te despierte 5 veces en tu corta noche porque le duele la tripa, jajaja, noches de bohemia y nodormir. Besos guapa
EliminarTotalmente de acuerdo! Jajaja me he visto reflejada en esa etapa totalmente
ResponderEliminarDe joven, salia de trabajar los viernes, duchita y a salir hasta la madrugada. Ahora de la que me doy la ducha ya no levanto cabeza ni pies ni ná!