jueves, 10 de diciembre de 2015

En tu casa, a qué huele la Navidad?


Llevaba una temporada sin pasar por aquí, porque de verdad, que no me da el tiempo para más. Y estaba yo tan calladita, sin meterme con nadie, pero es que hoy,  ya no puedo más. Me ha salido el Grinch que llevo dentro. Me puede explicar alguien qué ansia viva tienen las marcas de ropa porque cojamos una pulmonía? A mí me da frío sólo de ver las fotos. Nuestras amigas las medias tupidas parece ser que han pasado a mejor vida como si de unas pobres apestadas se tratase, con el cariño que yo les tengo, ahora hay que ir con las piernecicas al aire aunque se te formen carámbanos en la pepitilla, caiga quien caiga, se me ponen los pelos como escarpias. Pero no contentos con esto, ahora se han cargado también los calcetines, esto ya es una conspiración dirigida por la industria farmacéutica, esto son las Navidades patrocinadas por el paracetamol y el ibuprofeno en estado puro. De los hombros al aire, las aberturas en lugares inverosímiles y los escotes mejor ni hablamos, es como si dijeran, anginas, venid a mí. Los escaparates se inundan de vestidos imposibles y diminutos, venga de carnaza por todas partes, más que Navidad, lo que parece que viene es Carnaval. Decid la verdad, alguien mayor de 25 años sale así a la calle en pleno diciembre/enero?  Y del momento brilli-brilli ya ni hablamos, a ver quién es la guapa que se atreve a embutirse en uno de esos vestidos/farola que parecen hechos de papel de plata directamente, y esa tela, lamé creo que se llama, si lamelame que yo te aviso, lo siento pero no me va, el disfraz de bola de Navidad me parece el colmo de la horterada.  Una cosa es arreglarse un poco, pero esto ya es demasiado para cualquier ser humano normal que no se haya criado más allá del círculo polar Ártico. Además, que luego hay que volver a casa, seguro que a más de una se le ha rasgado el vestidín de arriba-abajo y se ha vuelto a su casa en bragas, sin medias, pero al menos en bragas.
Y ya puestos a soltarlo todo, tampoco entiendo los anuncios de colonia. No sé cuál son peor si los masculinos o lo femeninos. No sé si os acordáis un spot que marcó nuestra infancia, aquél en el que aparecía una maciza embutida en un mono de plasticuero conduciendo una moto, llegaba, se bajaba la cremallera del mono y decía con voz de buscona: “Busco a Jacques”, pues hija, llevas unas pintas que igual Jacques ha huido al extranjero… Pero no ha mejorado la cosa mucho, la verdad, y aquella al menos tenía dónde agarrar. Ahora modelos esqueléticas se revuelcan semidesnudas por el suelo, niñatos en smoking con la corbata desabrochada y aspecto de chulos de pueblo chascan los dedos, como pidiendo una ración de bravas, chicas saltando en camisón por un balcón con cortinas que ondean suavemente por una brisa marina, vamos, un espanto en estado puro.
Pues yo os digo que estoy ya hasta el moño de este tipo de Navidad, así que me apunto a la de toda la vida, la del turrón de Suchard, la película de Mujercitas y el frenesí de luz y color de comidas y cenas en bucle infinito en buena compañía, eso sí, bien abrigaditos todos, con jerseys calentitos y si hace falta guantes y bufanda, porque lo que me pide el cuerpo es encender una chimenea y como no tengo, pues eso. En mi casa la Navidad va a oler a  …. cordero asado y vino, que corra el vino.

Feliz Navidad a todos.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Mamá, quiero ser hipster

Yo no sé por qué últimamente hay tantas tribus humanas. Ya habíamos hablado aquí de los runners, las egobloggers y cómo no íbamos a dedicar un espacio a los hípster, que también son hijos de Dios, pero vamos, algunos parece que descienden directamente de Jesucristo o de Moisés, por los pelos lo digo. Y cuidao, que no tengo yo nada en contra de los pelos largos en machos ibéricos, pero no sé, como que me da cosica verlos así, tan desaliñados ellos, como pidiendo a gritos un buen fregao. Para los que no los conozcáis, tengo que deciros que la clave está en el pelo, los distinguiréis porque son la exaltación viva de la pelambrera. Llevan el pelo largo y frondoso, pero eso sí, recogido en coleta y los más puristas en una especie de moñete que a mí personalmente me da escalofríos. Si eres calvo tipo Javier Cámara ya puedes ir buscando otra pandi porque en ésta no te admiten ni de coña, a menos, muy importante, que dejes crecer el pelo en otras partes de tu cuerpo…. Y que no se me asuste nadie, que estamos hablando de la barba, que ya estabais pensando mal. Te puedes dejar una barba de chivo, tupida a más no poder y dejarla crecer hasta el infinito y más allá, cosa que también me da bastante escalofríos. Cada vez que los veo me pregunto, si los piojos pueden habitar en barbas humanas. Me da que sí…. Argggggg qué horror, me imagino pasándose la liendrera por la barba y me entran sudores fríos. Otra duda que tengo es: ¿se ponen suavizante o mascarilla en la barba? Porque si no el momento sexual debe ser de aúpa, vamos, como si te rebozaras en rastrojos pero a mala leche, pues yo que tengo dermatitis atópica, no podría estar con un hípster, la verdad. Lo bueno que tiene la barba es que si la dejas crecer lo suficiente, puede tapar la barriga cervecera, ahora, tened cuidado y desenredadla bien, no se os vaya de las manos, que se han dado el caso de encontrar fauna y flora de los alrededores en algunas y tener que cortar con desbrozadora.

Eso sí, en las bodas tipo campestre quedan fenomenal, con su moñete, su barba, sus gafitas, su camisita de cuello mao, en esas mesas en el jardín silvestre adornadas con hierbajos y velas dentro de tarros usados de mermelada, qué bucólico todo y que Amish, porque a mí, personalmente, me recuerdan un poco a los Amish. No sé, no les veo el atractivo, yo soy más de Harrison Ford, no me extraña que la muchacha de Único Testigo se volviera tarumba por él, que está buenorro es de todos conocido, pero encima la pobre rodeada de hípster por todas partes, pues claro, para lo que pasa. Acabo de hacer una asociación de ideas un poco rara, pero bueno, me ha salido así. Y claro, tú qué te pones? El delantalito en la cabeza para hacer juego? Pues no, porque eso queda como el culo, mejor vístete a tu bola, con cualquier cosita estarás ideal, y eso sí, pásate por el Mercadona a comprar el suavizante de pelo por litros, lo vas a necesitar, eso y mucho aloe vera que calma y refresca la piel.
Y anda, que LaPequeña quería ser youtuber, pero como alguno de mis sobrinos diga en su casa que quiere ser hipster, creo que mi cuñada les enjabona por dentro y por fuera, por si acaso...

viernes, 23 de octubre de 2015

Los Runners

De un tiempo a esta parte vengo observando una nueva variedad de la especie humana, que está proliferando como conejos y son los runners. Lo primero que te llama la atención es su sistema locomotor, que les debe impedir estarse quietos, porque no paran de moverse, van corriendo a todas partes. No paran ni en los semáforos, donde esperan para no ser atropellados realizando una especie de bailecito que me lleva a pensar si tendrán lombrices, algún problema intestinal o directamente se están meando vivos. No son capaces de andar, sólo corren, así, sin rumbo, como si les persiguieran. Algunos lo llevan bien, pero hay otros que da penica verlos, echando el hígado por la boca, sudando como pollos y resollando como si les fuera a dar algo. Y digo yo, qué les llevará a correr sin freno, así, a lo loco? Que no se están entrenando para San Fermín, que lo hacen porque les gusta. ¿Pero qué os ha dao?
Otra cosa que no entiendo es el uniforme que se ponen. Es de primero de running que es básica la utilización de los colores flúor, para qué? nadie lo sabe. De verdad, es necesario llevar esa ropa tan fea? Lo del negro lo entiendo, porque adelgaza, pero el momento fosforito no lo termino de ver.
Luego los oyes hablar y ya, es como si fuera una secta: “desde que corro, mi vida ha cambiado por completo…”, pues claro, alma de cántaro como que se te ha ido la olla, directamente. Que está muy bien hacer ejercicio y eso, pero todo tiene un límite. Yo he llegado a oir “desde que soy runner me siento mejor persona”, que parece que se han puesto a correr y han descubierto un universo paralelo y eso tampoco.  Que son runners, dicen, porque claro, en inglés todo suena mucho mejor, a ver quien dice, “yo es que soy corredor”, corredor, de qué? de seguros? Pues no es igual y en femenino suena casi peor: a ver quién es la guapa que dice: yo soy corredora, pues eso. Y lo dicen con un orgullo, que les sale de dentro…
Pues viendo que cada vez hay más, me dije, voy a probar, que igual es verdad y resulta que te pones a correr y eso es la panacea universal. 3 días me duró lo del running, 3. Algo he tenido que hacer mal, pero no sé qué, porque seguí todos los pasos. Me puse las deportivas, un poco feúcas pero sin exagerar, con unos toquecitos de rosa flúor, por supuesto, pero no demasiado. Me metí en unos leggings negros de los que te quitan la respiración y luego te los tienes que sacar del revés porque parece se han fundido con tu propia piel. Una camiseta rosa para darle un toque llamativo y que hiciera conjunto con las deportivas, una coleta y hala, a la puta calle a correr como si no hubiera un mañana. Bueno, lo de correr es un decir, porque aguanté corriendo exactamente 1 minuto, tras lo cual pensé que iba a vomitar hasta la cena del día anterior, así que, como no quiero morir joven (ejem), bajé el ritmo un poco para luego volver a correr otro minuto y así. A los 20 minutos estaba de correr/caminar/correr hasta los mismísimos, así que me fui a mi casa. Eso sí, sudando como un pollo auténtico. Me duché y esperé pensando, ahora debe ser cuando ves al espíritu santo, oyes trompetas celestiales o se te aparece Andrés Velencoso…. hola…. pues nada, no pasa nada… pasó, un rato, luego pasó una hora, y allí no sucedía nada, no sentía nada. Bueno, debe ser que el primer día no funciona. Tendré que ir otro. Fui un segundo día, luego fui un tercero … y nada de nada… a ver si la culpa es de la camiseta que tenía poco flúor. Que no, no nos engañemos, que soy insensible, que no sirvo para runner porque yo ni siento que mi vida ha cambiado, ni me siento mejor persona, ni nada, lo único que tengo es más hambre que los pavos de Manolo. Así que no me ha quedado más remedio que asumir, que no tengo alma de runner, nada, no sirvo, yo que quería ser drinking runner, me voy a tener que conformar con ser sólo drinking.

Pero como a mí a moderna no hay quien me gane, ahora voy a probar con el Power Walking, que me parece menos intenso. Ya he dado el primer paso que ha sido adoptar un perro, ya os contaré qué tal, que igual puedo ser Walker que seguro que también mola. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

En pareo por el río Deva


Ya he comentado por aquí en alguna ocasión que nosotros vamos de vacaciones en manada con la extensa familia del Mister,  que más que ir de vacaciones, parece que vamos a conquistar el pueblo. Esto tiene algunos inconvenientes, pero muchas ventajas. Una de las ventajas es que surgen planes en grupo. Este verano salió el plan de hacer el descenso del río Deva en Kayak, y allá que nos fuimos unos cuantos bien tempranito. Una, que es muy moderna, lo primero que piensa es en el outfit de turno, vamos, el clásico “qué me pongo?” de toda la vida. pues hija mía, ponte lo que te dé la gana porque te va a dar igual, es imposible estar mona, que lo sepáis. Una vez asumido esto, debes elegir pareja de aventuras, yo en este caso, fui con el Mister y con el Capitán Pedorretas en medio, mi sobrino de 9 años, los menores de 12 deben ir acompañados de al menos 1 adulto. Lo de elegir pareja conviene pensarlo antes, y tener en cuenta que para los hombres la palabra paseo no existe, es incompatible con su genoma, así que si no quieres acabar con ampollas en las manos, mejor elegir una compañera femenina, yo lo descubrí tarde. Llegas allí y resulta que te tienes que poner un chaleco salvavidas, que más que salvarte la vida, lo que parece es que te va a estrangular o a provocar una hernia, apretaíto sí es, ten cuidado no se te escape una lorza, lo mejor es dejarse debajo una camiseta larguita que tape, total, vas a acabar hecho una sopa de todas formas. Para que no se te salga por arriba, lleva como una especie de arnés entre las piernas que se te va clavando en toda la pepitilla, conviene aflojarlo un poco, no me quiero imaginar si alguien tiene hemorroides…. Lo del chaleco no termino de entenderlo, como te vas a ahogar ahí, en pleno mes de agosto, si hay más gente que en la guerra y no cubre, pero bueno, por aquello de dar ejemplo a los niños, todos con el chaleco de los cojones, que da un calor espantoso, y además, te lo ponen antes de subirte al autobús. Para los pies recomiendan ponerse unas cosas de goma que no sé si se llaman escalonpines o escarpines o algo así, Y yo tan chula con unas chanclas de goma, que se me clavaban las piedras de la orilla del río que no veas. Bueno, el caso es que nos montamos en el kayak con el niño en medio, y claro, desde fuera todo parece muy fácil, pero una vez allí, en medio de la corriente, es otro cantar, cada uno rema para un lado, unos vuelcan, otros van en círculos, todos gritando y armando un follón, que no sé cómo no nos han puesto una orden de alejamiento. Lo primero que le dije al niño es que íbamos a pedo libre, es decir que nada de mariconadas de me hago pis o me quiero tirar un pedo, que a menos que se estuviera cagando vivo, allí no se bajaba de la barca ni Dios.
“Ay, menos mal, porque tengo unas ganas de tirarme un pedo…..”
Y se lo tiró. Y pensé que igual había hecho un agujero en la barca y nos íbamos a pique, pero no, ahora, la mirada que nos echaron unos desconocidos que pasaban por allí…..
El Mister, dejando claro su posición de macho alfa, se había sentado atrás para dirigir y darnos órdenes desde el primer momento, que se pensaba que estábamos en las olimpiadas y nos iban a dar un oro en la meta o algo así, arreándonos todo el rato que quería llegar el primero, qué cruz. El pobre niño que iba en medio de vez en cuando miraba para atrás y me decía: “no me quiero chivar, pero el tío no rema…”
De los adolescentes mejor ni hablamos, todas monísimas,, risas histéricas, grititos, barcas volcadas, aguadillas, canciones a pleno pulmón, qué pavo tienen y qué bien se lo pasan, iban con una calma, vamos, que acabaron media hora más tarde que nosotros.
Ni que decir tiene que llegamos los primeros, para gloria del Mister, que sólo le faltó sacar un látigo, el pobre niño decía: “El año que viene vamos tú y yo solos, que me duelen las manitas de tanto remar”. Tengo la sospecha que el niño y yo fuimos los que más arrimamos el hombro porque Él cada vez que le miraba no estaba remando ni por asomo, pero según el capitán Pedorretas “por lo menos, nos ha salvado la vida un par de veces”. Se bajó de la barca gritando: “oeoeoeoe, campeones, campeones, oeoeoe” yo no veía el momento de quitarme el puto chaleco, ya pensaba que me había hecho llagas.

En resumen, la jornada resultó la mar de bien, un plan muy recomendable, lo pasamos genial. Nota mental para el año que viene: comprarme unos escalopines de esos en el Decat y elegir otra pareja para el descenso.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El Fontanero que susurraba al oído de los radiadores


Esta historia es un poco surrealista, y puede parecer algo increíble, pero sucedió y tal y como os lo cuento.
Para ambientaros un poco, digamos que el Mister es algo reacio a llamar a profesionales tipo carpinteros, fontaneros, electricistas, etc… él es más del “do it yourself”, bueno, más bien, del “deja que ya lo hago yo, pero luego no lo hace”. El caso es que teníamos unos radiadores que goteaban pero él iba postergando el arreglo, nunca le venía bien, que si ahora no que es invierno y hay que vaciar el circuito, que si ahora tampoco que es verano y hace calor, en fin,  que el tiempo iba pasando y allí seguíamos con los cacharritos debajo de los radiadores. Finalmente llegó un día en que se rompió una cisterna de un wc y el agua se salía a chorros vivos, con lo cual no hubo más remedio que pedir ayuda profesional, así que buscó un Fontanero, así, con mayúscula. Y este tema es muy importante, no va a venir aquí cualquiera a tocarnos las tuercas.
El caso es que era una tarde tórrida del mes de julio, no se movían ni las chicharras, yo dormitaba en el sofá en un duermevela que no sabía si me estaba echando la siesta o estaba entrando en coma, cuando sonó el timbre y era Él, el Fontanero.
Según le ví entrar pensé que era un cruce entre Torrente y José Mota, tenía cara de buena persona, bien. Me costó cogerle el acento pero intuí que sabía lo que hacía, sobre todo me dio tranquilidad que con el Mister se entendía a las mil maravillas, a mí me ignoraba totalmente, simplemente se refería a mí como “la Jefa”. Me dijo que cogiera una fregona, “por lo que pueda pasar” fueron sus palabras, ahí tuve un momento de debilidad y pensé en irme de compras. Pero de repente, le ví cruzar el salón zigzagueando, con los brazos en jarras y cantando a pleno pulmón: “Dame veneno que quiero morir, dame veneeeeeeeenoooooo…..” casi me caigo redonda al suelo, y se la sabía casi entera, los trozos que no, los completaba como algún “lalolailolailolalolailolailoooo……” Sobra decir que no me fui a ninguna parte, cómo me iba a perder semejante espectáculo, se las sabía todas el tío, “libre libre quiero ser, quiero ser, quiero ser libre”, y las iba intercalando con frases del tipo: “Ya te tengo, cabroncete”, “no nos vamos a hacer daño”,“sal ya hijadeputa” y explicaciones al Mister del tipo “todas las tuercas son unas jodíasporculo, sólo hay que saber encontrarles el punto” sí, el punto “G”, no te digo. El Mister le miraba como su fuera Vargas Llosa impartiendo una clase de literatura, yo, descojonada, fregona en mano. Así pasamos una de las tardes más divertidas del mes de julio.
Tuvimos un momento de tensión al volver a montar el radiador más grande: “Ven p’acá” al Mister, “toca, toca (agarrando el radiador), lo sientes? Es la fuerza del agua, la jefa que no suelte la fregona que ahora viene lo peor”. Yo ya me imaginaba mi salón como un camarote del Titanic, pero no, dominó la situación perfectamente, es lo que tiene ser un profesional, a la vez que gritaba: “tú eres lo más grande de mi vida…. nananainononaino…..”.
En la Master class de las tuercas, finalmente le dijo: “te voy a dejar dar un cuarto de vuelta, que te veo con ganas, para que te quedes a gusto, pero no te emociones que la podemos liar parda”. Me eché a temblar, el Mister con la llave inglesa, yo me aferré a la fregona como si me fuera la vida en ello.
Finalmente, el tío con un radiador pequeño que nos había mandado comprar, arregló tres, solucionó lo de la cisterna, y alguna chapuza más que había por ahí, nos amenizó la tarde con canciones típicas de cualquier verbena de pueblo y se fue entre vítores tras apretarse una cerveza bien fresquita, y encima no nos cobró mucho, éste es el principio de una gran amistad, yo veía que el Mister se iba con él de copas.

Ante la sugerencia del Mister de que hiciese una página web y moverlo por redes sociales, dijo que a él con los ordenadores le explotaba la cabeza, así que yo prometí escribir un post y promocionarle entre todas mis amistades. Si necesitáis fontanero, sólo tenéis que decirlo, tengo su teléfono guardado como oro en paño.

lunes, 13 de julio de 2015

El infierno existe

Imagen vista aquí

El infierno existe, sin duda alguna, y está en los probadores de El Corte Inglés, concretamente en los de Moda Baño, que más bien debería llamarse: Como desear una muerte digna.
Tras la odisea de probarme los bikinis del pasado año que podéis leer aquí, y viendo que el calor de 40 grados no cede y que por más que quiera evitarlo, no voy a tener más remedio que echarme al agua, decidí ir a El Corte Inglés a la aventura de comprarme un bikini.
Fui sola claro, siempre es mejor no dejar testigos vivos. Había auténticas hordas humanas, pero no desistí que era lo que me pedía el cuerpo, iba diciéndome a mí misma, no te resistas, tonta, cuanto antes pases el mal trago mejor. Tras rebuscar durante unos 20 minutos entre perchas con cienes y cienes de bikinis de todos los tipos y colores, por supuesto, allí no acudió ni Peter en mi ayuda, aunque casi lo prefiero, encontré mi sección favorita, que es la de ST, es decir, supertetas, donde te venden la parte de arriba separada de la de abajo, porque aquí cada una tiene lo suyo, y servidora digamos que anda sobrada de arriba, pero de abajo no. Al final va a resultar que igual soy deforme, porque si me cojo un bikini en el que me entren las tetas, digamos que la braga se me cae hasta las rodillas. En este recorrido descubrí que las barras donde cuelgan los bikinis deben ser de oro puro, porque en cada una meten 300 a presión, de tal manera que es humanamente imposible encontrar lo que vas buscando sin tirar 3 ó 4 al suelo o sufrir un esguince de cervicales. Qué les costará poner algunas barras más  para que no esté todo tan apelotonado.
Cuando encuentras una parte de arriba que te gusta y hay tu talla, descubres que no tiene parte de abajo, sorpresa…. no lo entiendo, tampoco se divisa a nadie a quién preguntar y yo no abandono mi puesto ni loca, que luego me pierdo. Así que si no está a la vista, a tomar por culo, seguimos.
A la mitad del recorrido llevas la mano izquierda dormida, se te están clavando las perchas y el bolso te corta la circulación, ahí te empieza a dar vueltas la cabeza y el estampado psicodélico de algunos diseñadores te nubla la vista, es el momento de ir al probador. En la cola del probador hay unas 200 personas. No pasa nada, después de los tres cuartos de hora que llevas allí no te vas a ir a casa con las manos vacías.
Cuando llega tu turno ya no tienes ganas de nada más que de morirte o de cortarte las piernas en oblicuo, odias a la que tienes delante, y te caen chorros de sudor por el canalillo. Si pensabas que lo peor había pasado ya, entras en el probador , un universo paralelo donde te das cuenta que el infierno existe. El probador es una caja diminuta en la cual si te agachas un poco para desabrocharte las sandalias, te quemas el culo con un foco. No desesperéis, hay que seguir hasta el final, se han dado casos de mujeres desesperadas que antes de entrar al probador huyeron dejando un rastro de bikinis por el suelo.
Te despelotas, te pruebas el primero y deseas reventar a hostias el puto foco que resalta exactamente todo lo que tú querías disimular, pero no lo haces, respiras hondo, metes tripa y haces el siguiente cuestionario:
Me entran las tetas? Sí. Me hace llagas? No. Parezco un tanque australiano? No. Pues entonces me lo llevo.
Esto hay que hacerlo rapidito porque dentro del cubículo al que llaman probador no hay aire acondicionado  y la temperatura debe ser de 50 grados,  tienes bastantes probabilidades de sufrir un golpe de calor o un colapso nervioso. El resultado fue que me llevé 2 bikinis, carísimos por cierto, pero a esas alturas no estaba yo para tonterías de mirar el precio Eso sí, son ideales, ya pueden serlo, pero os aseguro que había auténticos espantos dignos de un museo de los horrores corsetero.
Y total, todo este rollo, para luego practicar el vuelta y vuelta a la plancha que ya os conté aquí.

Y ahora una petición para los responsables de esta tarde de pesadilla:

Por favor, aunque tengamos distinta talla de arriba que de abajo, también somos seres humanos y no nos gustan los estampados de abuela ni los bikinis azul marino. Hay vida más allá de la copa C y total, tampoco es tanta cantidad de tela lo que se añade como para que cuesten más del doble que los bikinis de talla más pequeña, hombreya. Así que hala, a disfrutar del verano y de los trozos de tela más caros del mundo. 

jueves, 25 de junio de 2015

Otra de torturas veraniegas


Visto aquí

El ser humano tiende a quedarse sólo con lo bueno, afortunadamente, lo malo o molesto como que se diluye y tiende a olvidarse. Y, ¿a santo de qué viene esto? Pues a santo de que todos los años el invierno se nos hace eterno y lo pasamos añorando los buenos momentos del verano, la playa, las vacaciones, las terracitas, pero nadie se acuerda de esas pequeñas “pegas” que tiene esta maravillosa estación, hasta que ya no hay remedio porque la tienes encima.

Ya hemos tratado por aquí alguna de estas torturas, como la depilación y el autobronceador, pero no acaba ahí la cosa, hay más. Cuando has decidido el método menos insoportable de arrancarte los pelos y has superado el momento “piernas al aire”, que ha tenido tela marinera, porque en mi caso, primero fueron blancas, luego en estampado cebra, luego ronchas y ahora vuelven a ser blancas, llega, tatatacháaaaaaaaaan: “el destape”, porque claro, bañarse vestida no es una opción. Por más que queramos retrasar el momento, va a llegar y lo sabes. Así que ayer me armé de valor y tras rellenar los 800 folios requeridos para la matrícula de Lasniñas, que menos la talla de la goma de las bragas me preguntaron absolutamente de todo, cuando ya no sentía la mano derecha, pensé: “¿qué puede haber peor? me voy a probar los bikinis del año pasado”, así, a lo loco. No sé qué es peor, si probarte los del año pasado o ir a comprar uno nuevo, igualmente se me erizan los pelos de la nuca y me dan ganas de emigrar a Noruega, tarde, lo sé. El caso es que te pones a buscar los bikinis que guardaste el año pasado limpios, pensando que estaban fenomenal y …. sorpresa….  están hechos una auténtica piltrafa, ¿qué les ha pasado? ¿a qué huelen? La tela digamos que ha perdido consistencia, vamos, que están hechos una auténtica mierda, han cambiado de color y huelen a una mezcla de cerrado y flotador de goma con cierto tufillo lejano a … crema solar? Os juro por Dior que yo el año pasado los lavé perfectamente. En resumen, que de los cinco que habías guardado, ya tienes que tirar 2 ó 3 antes de probártelos. Te pruebas el primero con miedo, ay Dios, entraré, no entraré, porque en la ropa de verano sí he entrado, pero como los bikinis tienen vida propia cualquiera sabe…. bien, entro, la siguiente pregunta es: ¿me hace llagas? Parece que no, porque del verano aquí ha cedido la tela, ahora viene la prueba de fuego, mirarse al espejo. En ese momento me cagué en el día que me empeñé en poner en el dormitorio un espejo de cuerpo entero para ver cómo me queda la ropa, es un error, mejor vivir en la ignorancia. Si queréis un consejo para las cegatas, probaros los bikinis sin gafas ni lentillas, así al bulto hace menos impresión. Es conveniente también hacer esto días antes de ir a la piscina, poco a poco se te va pasando, lo peor es la primera impresión.

Una vez pasado el mal trago, el balance ha sido el siguiente:
1.- Tengo que ir a comprarme un bikini, con lo cual tendré tema para otro post.
2.- La imagen que me devolvió el espejo me hizo volver al club de la lechuga, del cual nunca debí salir.
3.- Este verano seguiré practicando la técnica Airgam para ocultación de la lorza que podéis leer aquí.


Feliz verano a todos.

viernes, 5 de junio de 2015

Torturas femeninas: el Autobronceador



Cuando se acerca esta época del año se me erizan los pelos de la nuca, y me entra una especie de mala leche…. Por varios motivos. Uno de ellos es la operación bikini o el destape, que ya hemos tratado alguna vez por aquí. Otra causa es el colorcito de blanco nuclear que luce mi cuerpo serrano así, de natural y sin que haya recibido el menor atisbo de sol desde el año pasado. Concretamente temo el momento de destaparme las piernas porque es exactamente como si las tuviera escayoladas, vamos que hasta reflejan. Y lo voy retrasando, lo voy retrasando, hasta que ya no puedo más de calor con pantalones y me temo que se avecina la urticaria, porque encima una es alérgica y tiene dermatitis atópica, vamos, una joya, como para venderme por piezas. Volvemos al tema del color. Toda la vida he odiado el color carne que venía en las cajas de lápices de colores o de Plastidecor, porque es exactamente ése mi color de piel. Una cosa ni fu ni fa, como descolorida, que lo peor, engorda mogollón, así no hay manera de verse mona con una falda, no digamos ya con los shorts ultracortos que se empeñan en vendernos en todas las tiendas. Pero una vez que ha llegado el momento de destapar las piernas, habrá de echar mano de algún truquito que la cosmética pone a nuestra disposición, en este caso es el autobronceador. Así dicho para los ignorantes en la materia, suena hasta bien, pues no, no os engañéis, es un invento del demonio., por eso, voy a desvelaros unas nociones básicas para echarte el autobronceador y que no parezca que has contraído la lepra.

1.- Exfoliación: es una de tantas torturas a las que nos sometemos las mujeres para estar irresistibles, que consiste básicamente en arrancarte la piel a tiras a base de frotar. Yo suelo usar una crema que huela bien para pasar el mal trago lo menos mal posible. La crema en sí parece normal, pero no lo es porque tiene como unos gránulos que se encargan de rasparte sin piedad para no dejar ni media célula muerta, y a veces, tampoco viva, porque como frotes de más yo creo que llegas al hueso. Es exactamente como lavarte con el nanas.
Luego te aclaras bien para que no quede rastro de la masacre y ya te puedes enjabonar con un gel ultra suave si no quieres salir de la ducha en carne viva.

2.- Hidratación: ahí no escatiméis, hay que echarse la crema a paletadas, como si estuvieseis echando cemento en la obra, porque en este momento nuestras pobres piernecillas protegidas por capas de ropa todo el invierno están desvalidas y rojas como si nos hubiéramos frotado la piedra pómez.

3.- Ahora sí, ahora viene lo bueno, el autobronceador propiamente dicho que lo hay en todo tipo de formatos pero da igual, te va a quedar como el culo sí o sí. Yo he probado de todos, las toallitas, en crema, en gel, líquido, blanco, transparente, marrón chocolate, es igual el que me eche, soy incapaz de extender aquello de manera uniforme, soy torpe, lo reconozco, no se puede valer para todo, pero lo intento una y otra vez.

4.- Rezar y encomendarte al ángel custodio para que mañana el destrozo no sea irreparable y puedas salir a la calle con dignidad.

Me lo eché ayer por la noche, me exfolié con todas mis fuerzas, creo que todavía tengo granitos de esos debajo de las uñas, me hidraté como si me fuera la vida en ello. Probé uno nuevo en forma como de manopla que según una amiga cuyo nombre no voy a revelar aquí es buenísimo, mujer, si es para torpes (fueron sus palabras). Esperé pacientemente a que se me secara aquello dando cabezadas en el sofá, que creo que tengo una contractura en el cuello porque casi me desnuco a las cuarta cabezada. Recé a todos los santos, el Jesusito de mi vida eres niño como yo y a la virgen del moreno exprés…. Y esta mañana me levanto y ….. parecía que bien, los muslos, no hay señales de roña en las rodillas, bien, miro por detrás y no veo churretes, ay qué éste sí, éste es el bueno, y ya me estaba viniendo arriba, cuando me miro los pies…. Ay por Dios, si eso no eran pies normales, parecía que había hecho el camino de Santiago, pero descalza…..  parece que he metido los pies en un baño de chocolate y me he ido a la calle sin aclarármelos…. Eso o que no me los he lavado en 30 años que no sé qué es peor …..
Queridas amigas, tiro la toalla, a Dios pongo por testigo que no volveré a experimentar con un autobronceador, si soy blanca pues soy blanca y punto. Ya iré cogiendo algo de color poco a poco, o no. No sé cuándo voy a poder volver a ponerme sandalias. Las piernas las tengo morenas, pero me veo en julio con shorts y botines, que por lo visto ahora se lleva mucho. Si es que no se puede tener más glamour. Os dejo que voy a ver si con una toallita lo arreglo un poco, y con la piedra pómez.

martes, 26 de mayo de 2015

Vicios inconfesables


Creo que no he relatado nunca por aquí las experiencias en Airgam Home con el tabaco. Tanto el Mister como yo somos niños Cuéntame, es decir que nuestros padres, al igual que Antonio Alcántara, fumaban al libre albedrío por toda la casa durante nuestra más tierna infancia, como si aquello fuera síntoma de hombría y no el vicio espantoso en el que se ha convertido fumar ahora. Resulta que el Mister y yo cuando éramos (más) jóvenes fumábamos, no como carreteros, que es un dicho que nunca entendí, pero fumábanos. Pues resulta que un buen día, el Mister decidió que teníamos que dejar de fumar, así, a dúo, porque sí, él es muy de tomar decisiones en grupo. Fue tal la lata que me dio, que al final dejé de fumar por no oírlo, mayormente. Bueno, y porque por esa época fue cuando fumar se convirtió en lo peor del mundo y se prohibió fumar en los lugares de trabajo y amenazaban con prohibirlo también en restaurante, bares y demás antros de perdición que tanto me gusta frecuentar. Así que dejé de fumar por puro glamour, yo no estaba dispuesta a ir a fumar a la calle como una apestada. ¿Me costó? Pues sí, claro, pero lo dejé por mis santos cojones, pues menuda soy yo. Bueno, pues no os lo perdáis, que el artífice y patrocinador de semejante hazaña en mi vida, que me repetía como un mantra, que lo hiciera por mis hijas, que fumar era lo peor del mundo mundial, que sería como lamer un cenicero, y toda serie de lindezas, va y a los pocos meses de haberlo dejado, vuelve al vicio. Es o no es para matarlo? Pues sí, pero como tantas otras veces, cegada por un amor puro e incondicional, no lo maté, eso sí, le amenacé con cortarle los huevos si se le ocurría fumar en casa.

Fueron pasando los años y yo seguí sin fumar y él fumando, a veces lo dejaba, a veces lo volvía a coger, fumaba a escondidas, hasta que el otro día dijo: “Se acabó, no fumo más” y se fue con un cuñao (que siempre consuela mucho) y un sobrino a que los hipnotizaran para dejar de fumar. Entre nosotros, yo creo que esto es un camelo, lo que hay que tener es ganas de dejarlo y más moral que el alcoyano, ah, y los 120 eurazos que cuesta la gracia, pero bueno, no seré yo quien lo desilusione. Eso sí, se me pusieron los pelos como escarpias de pensar el malvivir que me esperaba hasta que la criatura pasara el mono. Para más inri, se ha cogido un trancazo típico de cuando dejas de fumar, de esos de mocos bien verdes y espesos, así que está de mala leche porque no fuma, tosiendo como su fuera a echar parte de los bronquios por la boca, con ojeras porque no duerme bien, vamos, que lo tengo hecho una penica al pobre. Yo le digo que resista, que no es tan difícil, que si yo he podido él también, él me mira con los ojos inyectados en sangre y cara de Jack Nicholson en el resplandor. De momento no llevamos ni una semana, pero hoy a mediodía ha gritado desde la cocina: “Miradme bien, es la última vez que pongo el friegaplatos”. Yo creo que está perdiendo el norte, o está poseído por la falta de nicotina, pobrecillo, qué culpa tendrá el friegaplatos? Y de repente lo entendí todo, él recogía voluntariamente para luego salirse al patio a echarse el cigarrito de después de comer, sin que alguna de las niñas lanzara un hipoaullido huracanado al verlo, gritando: “Papá está fumandoooooooo, te vas a moriiiiiiiiiiiiiir igual que el abuelo que se murió por fumarrrrrrrrr” y así en bucle infinito con los ojos arrasados en lágrimas. Yo sinceramente no sé cómo tenía ganas de fumar, porque eso no hay quien lo aguante. Así que así estamos en Airgam Home, el Mister no fuma, yo no como, y no sé cómo vamos a llegar al verano con este estrés, creo que le voy a comprar tabletas de chocolate de todos los sabores para que pase el “mono” y se le quite la ansiedad, todo sea que este verano parezca de Los Albóndigas en Remojo, pero bueno, así se me verá a mí más delgada, no? No hay mal que por bien no venga. Deseadme suerte.

jueves, 14 de mayo de 2015

La depilación

Tras el duro invierno, ése que parece que no se acaba nunca, llega la primavera, pero qué coño, dónde ha ido la primavera? Lo que ha llegado así de golpe es el verano…. Horror, y yo con estos pelos, y cuando digo pelos me refiero a TODOS los pelos, porque los de la cabeza, más o menos los tengo controlados/domados, pero, y el resto? El resto ha estado en periodo de hibernación oculto bajo capas y capas de ropa amable y mullida que ha impedido ver la cruda realidad y es que está claro que el hombre desciende del mono, y la mujer también, unos más que otros, todo hay que decirlo.
Tras toda una vida de probar absolutamente todos los métodos depilatorios, este año me he decidido por el láser, así a lo loco, bueno, me ha costado lo mío decidirme, no vayáis a creer, he preguntado, me he informado y al final, he tomado la decisión, todo sea por la eliminación DEFINITIVA de la pelambrera. Y es que esa ha sido la palabra mágica, DEFINITIVA. A ver qué pasa. Cuando empecé a depilarme allá por el paleolítico, fue llevada por ese ansia incomprensible que sufren los adolescentes por hacer todo lo que hace tu mejor amiga y exactamente lo contrario de lo que te dice tu santa madre, ese fue el primer error, porque claro, si tu amiga de turno tiene “aquello” como un puma, se entiende que se depile, que desescombre y que recurra a todo tipo de torturas medievales con tal de no lucir aquello en la piscina, no vaya a ser que vengan a deciros que no están permitidas las mascotas y tengáis que aclarar que lo que tiene tu amiga no es un gatito. Una vez cometido el error, cuando haces pop, ya no hay stop, es decir, que ya tendrás que depilarte por los siglos de los siglos amén. Esta amiga me la he inventado, pero podria existir perfectamente.
Para esta tarea tan bonita, se han inventado todo tipo de artilugios, a cual más espeluznante, voy a detallar algunos de mis favoritos:
La cera: ya en la edad media se torturaba a algunos indeseables derramándoles cera hirviendo encima. En pleno siglo XXI seguimos con el temita, menos mal, que hemos conseguido avanzar con la temperatura, ya no te la ponen hirviendo, qué detalle. También hemos avanzado en el tema del olor, ahora huele a pétalos de amapola, azahar y cualquier mandanga, pero no os ilusionéis, del tirón no se libra ni Peter. Te extienden la susodicha y a continuación, te la arrancan literalmente de un tirón, ahí se van los pelos, pieles muertas y yo creo que mínimo dos o tres capas de piel. Así que sales de allí sin pelos pero en modo centollo, es decir más roja que una manzana. Lo bueno, dura más que los otros métodos.
La cuchilla, es indolora, y fácil de hacer en casa, en un aquítepilloaquítemato,  pero no muy recomendable, a menos que quieras parecer el Yeti o el eslabón perdido en unos años. Sólo lo veo para casos de auténtica emergencia.
La crema depilatoria: es indolora también, pero no inodora, vamos, que huele que apesta,  se ve que no compensa suavizarlo con pétalos ni moñadas por el estilo. Te echas la crema y esperas en pelotas, claro, el tiempo que pone en el envase. Si queréis mantener una relación, no permitáis que os vean nunca, repito NUNCA, con la crema depilatoria puesta, es una imagen difícil de borrar de una retina sensible. Una vez que ha pasado el tiempo indicado te lo quitas, para lo cual suele venir una esponja en la cual se quedan los pelos pegados en una especie de pastuz verdaderamente asqueroso, yo alguna vez he optado por tirar la esponja directamente, aunque aún me quede crema en el bote. Son mejores las que vienen con una especia de espátula. Además, nunca se van todos los pelos, con lo cual luego conviene terminar con las pinzas, vamos, un auténtico coñazo.
La Epìlady o segadora, como la llamamos cariñosamente en mi casa: es un invento del demonio que te arranca literal los pelos uno a uno, sí, habéis leído bien, despaciiiiiiiiiiito. Hay algunas insensatas que dicen que ya no les duele, hombre, como que tienen las piernas insensibles al dolor tras esa experiencia. Yo me la intenté pasar  una vez y se me caían las lágrimas.

Tras este estudio detallado de las torturas depilatorias, entenderéis que me haya decantado por probar el láser. Y no es porque no duela, que duele y un rato además. Cuando pilla pelo es como si te diera una descarga eléctrica y te dan ganas de estrangular a la pobre esteticien con tus propias manos. En este caso es mejor soltar un taco, por ejemplo: “mecagoenlaputa”, así, como por lo bajo, desahoga mucho. Espero no necesitar muchas sesiones, ya os contaré.

viernes, 17 de abril de 2015

El Mister y sus ideas


Hoy es uno de esos días en los que no me aguanto ni yo, estoy deseando llegar a casa para tirarme al sofá. Pongamos que no ha sido una de mis mejores semanas. El trayecto, normalmente de unos 15 minutos, se me hace eterno, agravado por una de esas obras absurdas con las que nos obsequia el ayuntamiento de esta ciudad. Casualmente hay una obra/mudanza en mi calle y no hay dios que aparque, doy vueltas y el único sitio que encuentro es debajo de un pino, o sea que tiene toda la pinta que mañana cuando vaya a por el coche me lo voy a encontrar decorado por la putas palomas que habitan en mi barrio. Me planteo mentalmente dar otra vuelta a ver si hay más suerte o aparcar a tomar por culo y me decido por esto último, el paseo me vendrá bien.
Cuando llego a casa, saludo a Lasniñas y al Mister, cada uno está en su cuarto, el Mister trabajando y Lasniñas hacen la tarea, qué paz, qué tranquilidad, una sensación de bienestar me invade y decido meterme a la ducha y lavarme el pelo. Hoy me merezco dedicarme un poco a mí misma y al salir me echo las ochenta cremas que según las revistas hay que echarse a diario, tarea completamente imposible en el mundo real, al menos en mi caso. Hoy tiro la casa por la ventana y me pongo mascarilla, un aceite suavizante en el pelo, anticelulítico en las zonas “rebeldes” (ya trataremos en otro post este temita), reafirmante en el resto, super suavizante en manos y codos y porque no tenía betún, que si no me lo unto también. Vamos que he salido del baño más suave y perfumada que en años. Sorprendentemente pude realizar toda esta operación sin escuchar ni una sola vez: “Mamáaaaaaaaa…….. ven” no me lo podía creer, los astros se habían alineado a mi favor y además la cena estaba hecha. Salgo del baño, con miedo, pensando qué me encontraré …., y nada, silencio, el Mister a los suyo, Lapequeña jugando en su cuarto, Lamayor viendo la tele. Así que en pijama me pongo a leer en el sofá.
Viene el Mister y me dice: “Por qué estás en pijama, va a venir un cliente ahora”. En este punto os aclaro que él trabaja en casa, tiene una habitación/despacho para él solo.
-“¿A estas horas? Estoy en pijama porque acabo de salir de la ducha y a menos que pretendas llevarme a cenar a un restaurante que me encante, al cual no puedo ir en pijama, no me visto ni aunque venga Brad Pitt”.
Así que cerré la puerta del salón y seguí leyendo.
Suena el timbre, abre el Mister, y los oigo hablar en el recibidor. Yo a todo esto tan tranquila, claro, pensando que tenía que haberme secado el pelo porque lo tenía chorreando, pero bueno. Cuando de repente, se abre la puerta del salón, entra el Mister con su cliente, atraviesan el salón y se acercan a la ventana a ver un libro recién impreso…., yo muda, el cliente ojiplático, y al pasar junto a mí dice el Mister, por si había alguna duda: “Ésta es mi mujer, que está en pijama”, por si el otro no se había dado cuenta…. ¿Cómo os quedáis? Yo no sabía dónde meterme, eso sí, el pijama era monísimo, pero ése no es el tema. ¿Qué necesidad había de pasarlo al salón? ¿Por qué, señor mío, por qué?
Total que el hombre debió pensar que yo, además de estar en pijama, era sordomuda o gilipollas integral, porque no articulé palabra.
Cuando se fue, le digo a mi amado esposo: “Pero vamos a ver, cómo se te ocurre pasarlo al salón, si he cerrado la puerta es por algo, no? Haberlo llevado a tu despacho”
-“Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué te pones así? A mí no me parece tan raro, ni que hubieras estado en bragas. Si no te pusieras el pijama según entras por la puerta, no te pasarían estas cosas”
Yo ya después de esto, no tengo palabras, sólo puedo decir, Señor dame paciencia. Y alguien se pregunta todavía porque escribo un blog? Desde luego con este hombre no me aburro.

Por cierto, si alguien necesita algo de diseño, renovación de imagen del blog, imagen corporativa, tarjetas de visita y todo tipo de creatividad bonitísima, os lo presto.
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viernes, 27 de marzo de 2015

Viejunismo


Llega un momento en la vida en el que te das cuenta que ya no eres (tan) joven como antes, sí, lo siento, es así, el tiempo pasa, y las cosas cambian, es inútil resistirse, hay que admitirlo. Donde más se nota que ya no eres una jovenzuela alocada, sino una persona madura, no es las arrugas, ni en que no ves tres en un burro, ni en nada parecido, sólo tienes  que observarte cuando sales y ver si tienes alguno de estos síntomas de viejunismo:
Cuando sales por ahí y al entrar en un garito buscas un lugar decente dónde depositar tu abrigo y bolso, es señal inequívoca de que has entrado en la madurez. Para el adolescente o joven la palabra guardarropa no existe, cuando eres una adolescente alocada lo tiras todo al suelo en el primer rincón que encuentras, sin hacer antes la prueba del algodón ni la del carbono 14, porque ahí hay mierda incrustada desde que Alaska iba con los Pegamoides y lo sabes, pero eso  a ti te da igual, te puede más el ansia por divertirte. Cuando te vas, te pones a revolver en un montón informe que te llega a la cintura y con suerte encuentras tu abrigo hecho un auténtico guiñapo y lleno de lamparones, pero la noche es joven y ya lo lavará todo tu madre.
Otro síntoma es la hora de retirada. Sabes que has entrado en la madurez, porque llega un momento de la noche en el que sencillamente no puedes más, pero literal. Cuando te visualizas en tu casa en pijamita, metiéndote en tu cama y tapándote con el nórdico, mientras te apoyas en la barra, un altavoz o lo primero que pillas, malo, no esperes más, ha llegado el momento de irte a casa. Pretender hacerte la dura (joven)  y aguantar más no servirá de nada, porque en breve tu cuerpo directamente no responde y no sientes los pies. Huye mientras pueda antes de querer cortarte las piernas en oblicuo aún a riesgo de ir dando cojetás el camino hasta el taxi. Se ha dado el caso de madres que se han abierto camino a empujones hasta un taxi libre, o incluso han fingido un desmayo o un esguince. Ay que ver, con lo que yo he sido…
Ya no funciona lo de que cuanto más cansado estás mejor duermes, ahora como llegues a casa pasadas las 3, vas a pasar una nochecita de aúpa. Al principio parece que te duermes, pero luego te despiertas y estás en un duermevela en el que te levantas a beber agua, te acuestas, das vueltas, te duermes, te despiertas otra vez bañada en sudor, te quitas los pantalones del pijama, sacas un pie, te vuelves a dormir, te vueles a despertar porque el pie se te ha quedado helado y lo vuelves a meter, mientras repites en tu cabeza como un mantra: “no vuelvo a salir, no vuelvo a salir, no vuelvo a salir”, vamos, un infierno.
La fase de recuperación: Con la noche que has pasado, imagínate cómo te vas a levantar el día siguiente. Se acabó esa época dorada en la que te corrías la juerga del siglo y al día siguiente estabas como una rosa, ahora tu cuerpo se venga de los excesos  de la noche anterior con auténtica saña. Más vale que no te pases porque si no, al día siguiente estarás como un extra de Walking Dead, con la cabeza a punto de explotar, ojeras tipo mapache y los ojos inyectados en sangre, una delicia, nada que no pueda curar una buena siesta.
Que no pare el ritmo, olvídate de salir al día siguiente, yo he comprobado que no aguanto las fiestas de los pueblos, al tercer día me pongo mala y vomito, es matemático, si es que la naturaleza es sabia y ya no estamos para esos trotes. Me han recomendado al llegar a casa apretarte una rebanada de pan de molde, a ser posible untada con Nocilla, lo probaré a ver si funciona.
Luego está el tema del termostato, no recuerdo yo haber pasado frío de joven jamás, y mira que iba poco abrigada, y el calor,…  pues tampoco, la verdad, que había que quedar en pleno mes de agosto con 40 grados a la sombra? Pues se queda, hombre, me voy a perder yo una fiesta. Está demostrado científicamente que los jóvenes no sienten el frío ni el calor, vamos, que ni sienten ni padecen. Ahora me dices a mí que salga sin chaqueta para lucir una camiseta y te digo que “amos anda”.
En fin, que si aún no habéis entrado en esta etapa de viejunismo aprovechad, que ya os llegará, ya. Ahora, que a mí no me ata en casa nadie, si hay que salir, se sale,  aunque sea echando el hígado por la boca, eso sí, con prudencia y medida, que luego ya sabemos lo que pasa…
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jueves, 19 de marzo de 2015

Decálogo de convivencia con un Buenpadre

Hoy no pensaba escribir nada, pero ya sabemos cómo son estas cosas, vienen así, no cuando uno quiere. Resulta que soy de la opinión que hay fiestas inventadas por las grandes superficies para sacarnos la pasta vilmente, como por ejemplo San Valentín, ya no digamos las adoptadas por otras culturas como Halloween, sí, soy un poco Grinch, lo reconozco. Si a eso le sumamos que me toca bastante los cojones que el Día del Padre sea fiesta y el de la Madre que nos parió caiga en domingo sí o sí, pues no sé qué hago escribiendo este post, pero bueno, ahí vamos.
Aquí va mi Decálogo de convivencia con el Buenpadre, espero que os sirva, o al menos os haga pasar un buen rato:

1.- Respeta su posesión más preciada, esto es: el mando a distancia, no se lo quites, o entrará en bucle, no puede ver la tele sin estar agarrado al mando, es como su tabla de salvación.

2.- Permite que presuma, ante cualquiera que quiera escucharlo, que cocina como los auténticos ángeles, sin comentar que lo hace manchando absolutamente todos los cacharros de la cocina. Es bueno para el ego y la autoestima.

3.- Le dejarás conducir a él siempre, no compensa el sufrimiento de su mirada cuando vas tú a los mandos de otro de sus "tesoros", aunque el coche sea tuyo, todo lo que tiene 2 o más ruedas será considerado de su propiedad. Si no te da penica verlo sufrir así mientras aparcas, es que no tienes corazón.

4.- Nadie, repito, nadie, es más guapo que él, ni el mismísimo Brad Pitt en sus mejores tiempos. Digamos que el buenpadre debe creer que es una mezcla de Christian Grey, George Clooney y Paul Newman todo en uno. De ilusión también se vive.

5.- Nunca le preguntes su opinión respecto a tu indumentaria, si no quieres cabrearte. Te contestará con un "Psssssssss" que te hará desear sacarle los ojos, ¿para qué vivir este momento totalmente innecesario?

6.- Jamás le lleves de compras, se le pondrá una mala leche de órdago y acabará diciéndote que estás ideal con cualquier modelito que te queda como el culo, con tal de salir lo más pronto posible de ese antro del infierno.

7.- Déjale que llene su fondo de armario con prendas absolutamente espantosas adquiridas en tiendas tipo Lidl, para practicar todo tipo de deportes. Si tiene unos detalles flúor aquí y allá, mucho mejor, les da como paz interior. Y muy importante, no olvides decirle algún piropo cuando va a salir con uno de esos atuendos espeluznantes agarrado a la bici, otra de sus compañeras inseparables.

8.- No te empeñes en que distinga los colores, no pueden, para ellos sólo existen los colores básicos, como para preguntarles por el verde pistacho o el azul petróleo. Su pantone es limitado. Dicen que los perros ven en blanco y negro, y yo creo que muchos hombres también.

9.- Les encantan las pelis de acción, son su cine de culto, no insistas en que les guste Notting Hill, PS I love you o cualquiera de las que a ti te encantan, sólo las verán contigo mientras tengan alguna duda de que puedes huir, cuando ya les has jurado amor eterno, desengáñate que no volveréis a ver una comedia romántica jamás.

10.- Y por último y no menos importante, déjale que intente arreglar cosas en casa, aunque no lo consiga y al final tengas que pedir ayuda a un profesional, ¿hay ser más feliz que un hombre con un taladro en la mano? si es decir que van a sacar la caja de herramientas y se les iluminan los ojos. son felices con una llave allen en la mano.

Veis como no es tan complicado hacerles felices, y qué nos cuesta, con unas sencillas pautas. disfrutar de paz familiar. Total, a cambio, ¿no son ellos los mejores padres del mundo entero? Siempre dispuestos a desatascar un wc, a colgar un cuadro, a arreglar un desagüe, a darnos unos arrumacos cuando más los necesitamos y cuando no también, siempre dispuestos a quedarse con los buenos hijos para que nosotras malamadreemos a diestro y siniestro? Sin más, Feliz Día del Padre a todos y todas.

jueves, 5 de marzo de 2015

The boss II


Viendo que el post sobre los distintos tipos de jefes tuvo tanto éxito, y por aclamación popular, continuamos con esta saga que nada tiene que envidiar a Crepúsculo. Y que quede claro que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y que todos los personajes que aparecen en este post son fruto de mi imaginación, que luego no quiero líos, que si éste es clavadito a fulanito o a menganito.

El jefe latin-lover: es un espécimen que ante todo y sobre todo, se ve guapo e irresistible, las féminas  caen rendidas a sus pies. Es el que lleva el pelo que parece que no se ha peinado, pero en realidad ha estado horas en el espejo trabajando esos mechoncitos con la gomina. Si os fijáis, se distingue porque es incapaz de llegar a la hora, siempre llega tarde, pero no penséis que es dejadez, es una estrategia para hacer una entrada estelar. Cuando llega, la mayoría lleva ya mínimo una hora currando, te has peleado con la impresora, y en el mejor de los casos te has echado al coleto un par de cafés repugnantes de la máquina, como a alguien se haya olvidado echarse desodorante, puede que haya incluso algún tufillo desagradable. Qué mejor escenario para hacer una entrada triunfal, derrochando glamour, con una sonrisa de oreja a oreja, entra el latin-lover como a cámara lenta, saludando al personal y dejando tras de sí una estela de perfume que podemos denominar: “el rastro”, mayormente porque se ha echado un litro de colonia, buena, eso sí. Suele tener un ramillete de adoradoras que beben los vientos por él y que están dispuestas a cualquier cosa por ser “la favorita”. Él impertérrito, se deja querer. Le mejor técnica para llevarse bien con él: déjale creer que tú también piensas que está que cruje, es más, lo mejor es que piense que es el más buenorro de toda la oficina. A esto contribuye bastante que la media del resto de machos ibéricos sea de lamentable a peor.

El jefe porculero: Éste es para darle de comer a parte, el pobre no está contento con nada, da igual lo que hagas, siempre habrá que corregirlo, y recorregirlo, y volverlo a corregir, terminará por corregirse a sí mismo. Es perfeccionista por naturaleza. Si hay un solo error en un informe de 400 páginas, él lo encontrará, así que ya puedes ir espabilando con la ortografía porque como flojees un poco te pilla fijo. Ármate de paciencia, te esperan jornadas maratonianas de darle vueltas y más vueltas a absolutamente todo lo que salga de tu impresora. No es un jefe muy compatible, si quieres tener vida fuera del hábitat laboral. Yo creo que a este jefe en su casa le tienen acogotado, vamos que no le dejan ni abrir la boca, un clásico cero a la izquierda y en la oficina encuentra el sitio ideal para desfogarse. Está todo el día dando órdenes, ahora imprime a color, ahora en blanco y negro, pon este cuadro en rojo, ahora lo quiero en azul que el rojo transmite negatividad, en fin, una joyita, vamos.


Y por último, pero no menos importante, la jefa bipolar. Si hasta ahora pensabais que ya lo habíamos visto todo, os equivocáis, y es que no hay nada peor que una jefa bipolar, si ya de por sí las mujeres somos un mar de dudas, en versión jefa no me lo quiero ni imaginar. Yo me siento delante del armario con la mítica frase: "qué me pongo?" y entro en bucle, que si esto me está muy apretado y me va a hacer llagas, que si esto me queda un poco grande y me hace el culo caído, que lo otro es muy claro y hace gorda, que esto me aplasta las tetas, en fin, podríamos seguir así hasta el infinito. Ahora imaginaros este sinvivir en versión jefa: ahora quiero esto, ahora lo otro, me quiero ir en tren, no mejor en avión, ay no, me voy en coche, mírame qué tiempo hace, me llevo un trolley, no, mejor una bolsa de mano, este restaurante es muy caro, ese demasiado barato, aquel muy pijo, el otro demasiado tradicional. Un infierno en la tierra. Con la hembra alfa hay poco que hacer, sólo rezar para que le salga un trabajo mejor en otro sitio y la aguante otra. Es lo más parecido a la madrastra de Cenicienta. Yo con todo lo que llevo visto, los hombres son mucho más llevaderos.

lunes, 23 de febrero de 2015

El gimnasio y yo: una relación amor-odio


Lo mío con el gimnasio es una relación amor-odio, es como esos novios que te salían cuando tenías 16 años que sabías que aquello no iba a terminar bien, pero que no podías dejar, pues algo así. Voy por obligación, mayormente, a la hora de ir me da una pereza mortal, no me apetece nada, pero el caso es que sí va a ser cierto lo de que el cuerpo libera algo, porque cuando sales te sientes súper bien. Últimamente he decidido ir en fin de semana, me da menos pereza, así que llega el sábado, desayuno, porque no es cuestión de salir con el estómago vacío, a ver si me va a dar un desmayo y me disfrazo. Me meto en esos pantalones que vas como embutida, que más bien pareces una morcilla de Burgos, me pongo un sujetador deportivo y una camiseta con un poco de tono flúor por aquello de no desentonar, y no parecer Morticia Adams, que esa es otra, la indumentaria tiene bemoles, no puede ser más espantosa. Y el sujetador digamos que más que sujetar, prensa, porque una vez que has conseguido ponértelo, ahí no se menea mi media teta, vamos, como me lo apriete un poco más, me salen por la espalda. Llego, toda chulita cojo aire, meto tripa y paso a la sala de torturas, donde me esperan todo tipo de maquinarias infernales. Suelo empezar por lo más sencillito que es la bici, que hay de varios tipos, según el nivel de tortura que quieras infligir en tu cuerpo serrano, yo por motivos obvios elijo la que tiene respaldo, por proteger la zona lumbar, no por otra cosa, que una va teniendo una edad y las bicis las carga el diablo. Te sientas y ves un cuadro de mandos, que menos el botón de Despegue tiene de todo, no te vengas abajo, es más fácil de lo que parece, y que tampoco te eche para atrás que ponga MATRIX, no te preocupes que no vas a entrar en un universo paralelo. Cuando te haces con los mandos de la nave, digo de la bici, empiezas a pedalear como si no hubiera un mañana y te haces una serie de 20 minutos, que se te hacen eternos, es como si se hubiese parado el tiempo, no avanza. Es mejor mirar al frente, a la pantalla de TV donde ponen sin parar programas  deportivos, que podían poner algo más interesante, no? El caso es que cuando llevas pedaleando lo que te parece una eternidad y el sudor te cae a chorros por el canalillo, miras y resulta que sólo llevas 5 minutos y has gastado 30 calorías, vaya una mierda, ya me puedo comer por ejemplo, un yogur. No desesperéis. Hay que aguantar toda la serie completa. Cuando terminas te quieres morir, directamente, afortunadamente se apaga sola si dejas de pedalear, no busques el freno que no tiene. Ahora te bebes media botella de agua de un trago y te bajas con la mayor dignidad posible y con cuidado no se te vaya a enganchar un pie y te rompas la crisma.
Otra vez, derecha como un palo y mete tripa, ahora me voy a la zona de musculación femenina, que se llama así porque las máquinas son de color rosa. Que no te engañe su color, son unas hijas de puta igual que las otras, sólo que más cuquis. Ahí ejercitas músculos que no sabías ni que existían pero que no se te van a olvidar cuando te duelan todos al día siguiente. Si cuando estás subiendo y bajando brazos crees que has ligado con el musculitos de la máquina de enfrente que no te quita ojo, no te hagas ilusiones, igual es que olvidaste depilarte y tienes todo el felpudín al aire, cuidado con eso. Ahí sigues hasta que quieras arrancar te de cuajo los brazos, sólo habrán pasado unos 5 minutos.

Hala, esto es un no parar, ahora a la cinta, como si fueras un  hámster. Para entender el cuadro de mandos de esta máquina ya hay que hacer un master o tener una amiga que te lo explique como fue mi caso. Así que venga, vaaaaaaamonos, a paso ligero, vas subiendo la velocidad y la inclinación, sin pasarte, claro, te miras las tetas de vez en cuando, todo controlado, siguen en su sitio, y caminas rápido o corres a ratos como si te persiguieran hordas de perros asesinos. Cuando sientes que te sale el corazón por la boca y que te va a dar un ictus, bajas otra vez el ritmo a paso ligero, y así hasta que en la pantalla pone la palabra mágica: enfriar. Y ahí una paz invade tu espíritu, por fin, la tortura acabó, te vuelves a mirar las tetas, siguen ahí, te suda hasta el chichi, y ves que sólo has perdido 150 calorías, otra mierda pinchada en un palo, pero es lo que hay. Así que esperas a que se pare la puta máquina, no te bajes en marcha que te puedes dejar los dientes contra el panel de control y te diriges como si te acabaras de bajar de un barco, al vestuario a trancas y barrancas donde te desplomas sobre un banquito hasta que recuperas el resuello, luego te arrastras hasta tu casa, donde te duchas y es como si volvieras a nacer, yo no me ducho en el gym porque me da asquito. Cuando llegas a tu casa y tu Mister te dice: “Ya estás aquí? Pero si has estado poquísimo tiempo”, reprimes las ganas de asesinarlo con tus propias manos, porque le quieres y porque no te quedan fuerzas. Si después de esto no soy la más maciza de toda la playa, yo ya es que tiro la toalla. Tengo una asignatura pendiente, y es la apocalíptica, algún día me atreveré con ella, pero de momento me da miedo. Una duda: los tatuajes cuando te brotan? Porque yo ya llevo más de un año apuntada y aún no me ha salido ninguno.

viernes, 13 de febrero de 2015

Bienvenidos a la preadolescencia 2ª parte


Tener 2 hijos tiene sus ventajas, no penséis que no, sobre todo cuando los tienes muy seguidos como yo, ya sabéis que soy de buscar siempre el lado positivo de las cosas. Lamayor va abriendo camino en todo, y Lapequeña va detrás, pero la sigue de cerca, muuuuuy de cerca, demasiado, para mi gusto. Teniendo en cuenta además, que el adolescente en sí mismo es un ser que está en la tierra básicamente para llevar la contraria a sus padres, para que no se relajen, pues estoy en un sinvivir continuo. Lamayor empezó a salir el año pasado. Lo pasamos mal, sí, para que lo vamos a negar, nos costó horas de terapia de grupo, puesta en común con madres amigas, cervezas y gintonics por doquier, pero al final lo superamos, son mayores y hay que ir soltando la cuerda poco a poco, no queda más remedio. Y ahora, cuando lo tenemos asumido, y parece que empezamos a relajarnos un poco (pero poco), cuando somos capaces de leer un libro (enterándonos de lo que leemos) mientras Laniña está suelta por la calle con sus amigas haciendo diossabequé, y no miramos el reloj cada 5 minutos con los ojos inyectados en sangre o nos asomamos a la ventana cada 10 a ver si la divisamos venir, …. Zas, llega Lapequeña y empieza a salir también, a mí me va a dar algo, yo no tengo cuerpo para esto. Por si no tengo suficiente con una niña suelta por el mundo, ahora dos, pero qué he hecho yo? Y encima mis hijas padecen el síndrome de Tú-a-Boston-y-yo-a-California, parece que se ponen de acuerdo para tener planes opuestos, es decir, si una va al cine, la otra quiere ir a las canchas de baloncesto, si Lamayor va de tiendas, Lapequeña al cine, y yo como una madre/gallina loca intentando juntar a todos los polluelos, pero es imposible, lo he intentado todo, he llegado incluso al soborno, busco planes alternativos, ir de rebajas, hacer bizcochos, es tal mi desesperación que incluso les he intentado convencer de que vayan juntas prometiéndoles ir al Primark, que como toda madre de bien sabe, es un infierno en la tierra, pero nada. Ellas cada una en una punta y yo, como puta por rastrojo de taxista buscando niñas, llevándolas, trayéndolas. Y el caso es que ahora echo la vista atrás, y recuerdo mi adolescencia y bastaba que mi hermana fuese al mismo sitio que yo y a mí es que me salían ronchas por todo el cuerpo, así que debe ser una ley universal, lo bueno es que se cura con el tiempo, afortunadamente, claro.
A lo que vamos que me voy por las ramas. Que esto es un sinvivir continuo, porque cuando ya me estaba acostumbrando a que salgan las dos, ahora LaPequeña se quiere maquillar, y se me ponen los pelos de punta de pensar qué va a ser lo siguiente? porque ya me he dado cuenta de la cruda realidad, esto no se acaba nunca, es una espiral sin fin en la que cada vez surgen nuevas temáticas. Luego querrán salir por la noche, hacerse un piercing, irse a un festival de música, traer un chico a dormir a casa, …. Y lo dejo porque como siga así me va a dar algo pero de verdad. Y va Lamayor y me dice: “Mamá, no te preocupes que la maquillo yo…” ay qué ricas, unidas por el maquillaje, en fin. Vamos a ir afrontando los temas poco a poco según vayan llegando. Y menos mal que tengo el desahogo bloguero, que somos muchas y empezamos a estar organizadas, gracias a la amiga Merak y su iniciativa de #hayvidadespuesdelos6 que podéis encontrar aquí.

El tema de este mes era otro, pero como yo soy anárquica por naturaleza, pues esto es lo que me ha salido. 

viernes, 6 de febrero de 2015

The boss

Imagen vista aquí

Siguiendo un poco con los personajes más destacados de nuestras vidas, podemos ver que nuestra vida laboral da mucho de sí en este tema. Así, sin mucho pensar, a lo loco, se me ocurren por ejemplo varios tipos de jefe a cual más variopinto. He llegado a esta conclusión después de haber recopilado historias de jefes a lo largo de toda mi vida, según la experiencia de amigas, hermanas, etc.

El jefe vampiro: es un ser encantador con una personalidad arrolladora y un carisma que te envuelve, te cautiva, te hipnotiza y cuando ya estás totalmente en sus redes…. Zas, se tira a la yugular y te cuela un brownie de los que hacen época (lo de la yugular es en sentido figurado, claro), y encima, te ves a ti misma como en otra dimensión con una sonrisita estúpida y dándole la razón en todo. Ellos no te ordenan tareas, te convencen de que lo mejor para ti es hacerlo y encima parece que haya sido idea tuya. Vamos que entrabas al despacho dispuesta a pedir un aumento de sueldo y sales sin aumento, con más trabajo y cara de gilipollas. Un consejo: huye de ellos como la peste, no tienen fin, no se puede luchar contra ellos de ninguna manera, arrollan todo lo que hay a su paso y es imposible resistirse a sus encantos. Son además egocéntrico a más no poder, pues creen que el universo entero gira entorno a ellos, y puede que tengan razón. Si se dedicaran a la política llegarían a presidente del gobierno o del mundo. Es un jefe nada compatible con la vida familiar. Eso sí, es ideal para aquellas que les encante que les doren la píldora, alimentará tu ego en beneficio propio, serás siempre la más guapa, la más eficiente, la más alta y la más todo. Es un jefe además nada tacaño, pues con tal de tenerte contenta no dudará en enfrentarse a todo el consejo de administración de la compañía, si fuera necesario, con tal de que sigas a su lado. Es el mejor jefe para pedir aumento de sueldo. Veredicto: es el jefe ideal para solteras empedernidas y ambiciosas, te llevará con él a lo más alto.

El jefe James: él cree que vive en una película de agentes secretos y claro, él es Bond, James Bond. Por supuesto ya te estás imaginando quién eres tú para él, la señorita Moneypenny. Se acerca a tu mesa, desplegando glamour, o intentándolo, te guiña un ojo, que no sabes si se le ha metido una mota de polvo o qué y te dice en susurros: “Ven a mi despacho, tenemos que ver un tema confidencial”, tú vas para allá con tu cuaderno, pensando que igual vas a participar en una conspiración a nivel mundial, o a desvelar los misterios de Fátima, o mejor, te van a subir el sueldo, llegas, cierra la puerta, te pide que te sientes, ay qué nerviosssss, qué será, qué será? y te dice:
“Tienes que ponerme reunión con las siguientes personas, toma nota…”
Arggggg, qué desilusión…… yo que me veía salvando el mundo. Cuánto daño ha hecho el 007 entre la población masculina de este país. Hay algunos que es ponerse un traje y una corbata y se vienen arriba con una facilidad.

El jefe pupas: hipocondriaco donde los haya. es un jefe que tampoco os recomiendo, siempre le pasa algo, siempre le duele algo. Convendría incluso que te financiaran en recursos humanos un cursillo de primeros auxilios, porque es del tipo hipocondriaco que no va al médico ni de coña, “por si me encuentran algo…” sin embargo, se tomará absolutamente todas las drogas de curso legal que tú le suministres, sin dudar ni un momento de tu capacidad para recetar medicinas. Lo mejor es hacerse con un buen botiquín, tendrás que darle Ibuprofeno cuando le duele la garganta o cree que ha cogido frío, Paracetamol un gramo cuando le duele la cabeza, otro día le sangrará la nariz y tendrás que taponársela como puedas, los lunes tiene resaca, dale un espidifén y un zumo de naranja, Almax para los días que se pasa con la comida, tiritas por palets, se corta afeitándose, con los folios, quitando una grapa, yo he llegado a plantearme pedir también puntos de aproximación, por si acaso. Eso sí, es el más obediente de los jefes y depositará en ti una confianza ciega rayando en la adoración. Deben abstenerse locas psicópatas con tendencias asesinas, porque se lo pueden cargar en 3 meses. Es el jefe ideal si padeces el síndrome de Munchausen, no hace falta que hagas nada para que enferme y tú cuidarle, ya viene enfermito de serie.

Podría seguir así hasta el infinito y más allá, pero de momento, vamos a dejarlo aquí. Un consejo de una secretaria un poco loca: si podéis, buscad un jefe normal, junto al que envejecer, pues vais a pasar con él muuuuuuucho tiempo, al paso que vamos nos jubilaremos con garrota. Que sea limpito, que no sea maniático, ni obsesivo compulsivo, simpático sin resultar pelota, en fin, lo que viene siendo una persona normal. Sé que es difícil, pero no imposible. Yo creo que lo he conseguido, cruzo los dedos y como se suele decir: virgencita virgencita que me quede como estoy.
Si os gusta el tema, no tenéis más que decirlo, tengo muchos más.