viernes, 25 de octubre de 2013

El Anti-Halloween o cómo ser una malamadre de manual


Odio Halloween con toda mi alma, hala, ya lo he dicho. Mira que me gusta la fiesta, que soy de celebrar hasta el día del corcho, que si hay que salir se sale, pero es que con esta fiesta no puedo, me supera. Lo primero es que es una fiesta que no entiendo, básicamente consiste en disfrazarse de algo terrorífico para celebrar, ¿qué? Y los niños tienen un pase, pero los adultos….yo es que es ver a Heidi Klum disfrazada de muerto viviente y se me cae un mito. 
Partamos de la base que igual tengo un trauma de la infancia, pero no me gusta disfrazarme de nada en general, pero ya disfrazarme para estar horrorosa menos todavía. Y ya lo de “truco o trato?” se me escapa completamente. No entiendo lo de que vayan niños disfrazados de zombies de casa en casa pidiendo chuches, esto que lo patrocina, Vitaldent? Yo me atrinchero con unas latas de cerveza y unas patatas fritas y no abro la puerta ni a Dios, que ese día sales a la calle y no sabes si están en un pueblo de Idaho o en Alcobendas. 
Y yo me pregunto, ¿qué nos ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a esto? Cuando yo era pequeña había niños que se iban al pueblo (los que tenían pueblo, claro) y allí visitaban el cementerio y llevaban flores, ¿macabro? sí, también, pero entre eso y lo de ahora, no habría un término medio? Y ya lo de la decoración me mata, sólo me faltaba, que te descuidas y se te juntan las calabazas y las telarañas con el árbol de Navidad, todo el día poniendo y quitando guirnaldas, esto es un no parar. La blogosfera está tomada por calabazas, murciélagos y fantasmas, no hay blog de cocina que abras y no te pongan galletas en forma de esqueleto, cupcakes con vampiros y huevos rellenos con forma de araña. 
Lamayor y sus amigas están amenazando con celebrar una fiesta disfrazadas o ver una peli de terror todas juntas... en mi casa no, desde luego, que soy cagueta por naturaleza, si no he podido ver ni La niña del Exorcista. Llevamos una semana que todas las series hacen capítulos dedicados al temita, y ya estoy hasta el moño, yo quiero ver series de amor y lujo y con tíos macizos, no estar viendo la tele con un cojín puesto en la cara, como si el cojín me fuera a defender de algo, no, pero consuela mucho. Luego me cago viva, y miro hasta debajo de las camas antes de acostarme.
El año que viene a mí no me pillan, a falta de pueblo propio me busco una casa rural y me voy de fin de semana, si ya lo dijo Almodóvar, lo mejor es volverse al pueblo. 
Desde aquí reinvindico a todas las malasmadres y digo, basta ya. Éste es el primero de una larga lista de lindezas de malamadre que acumulo en mi haber. Si os pasa como a mí, os recomiendo que os unáis a un grupo en twitter llamado @malasmadres, no estamos solas, y prometen fiestón si llegamos a las 2.000, eso sí que no me lo pierdo. Uníos, hay risas aseguradas. #malasmadres al poder

martes, 15 de octubre de 2013

Guapabox, las cajas sorpresa


Me gusta de vez en cuando escribir sobre mis cremas, pinturas y potingues variados que usamos para tunearnos. Llevo un tiempo viendo por distintos blogs un nuevo formato que me recuerda a los sobres sorpresa que vendían en el kiosco cuando era pequeña, pero para mayores, yo las llamo las cajas sorpresa. No había tenido nunca ninguna en las manos, hasta que por diversos avatares del destino que ahora no vienen al caso, me ha llegado la primera Guapabox.

Y me ha encantado porque es la misma sensación de cuando era niña y me compraba el sobre sorpresa, mezcla de emoción y curiosidad, tan mona ella, que casi daba pena hasta abrirla. Para esta primera vez los productos me han gustado bastante.

Mi favorito sin lugar a dudas, la colonia de Tous, un perfume un poco floral, pero ligero a la vez, como muy dulce, a partir de ahora va a ser uno de mis favoritos, y eso que reconozco ser bastante rarita con los olores, es lo que tiene no ver tres en un burro, que desarrollas otros sentidos. Tengo la manía de olerlo todo y encima soy alérgica al polen, con lo cual, más complicado que me guste una colonia. El frasco es pequeñito, pero con ponerte una gota en muñecas, cuello y lóbulo de las orejas es suficiente, dura todo el día. En un ranking del 1 al 10, le doy un 10.
 Otro producto que me ha encantado es una minitalla de OPI en un color como fresa. Soy superfan de los esmaltes de uñas, tengo mogollón y me las pinto con bastante frecuencia. Me gusta mucho esta marca, dura bastante y el secado es rápido, dentro de un orden. Lo mejor, la variedad de colores y que no varía del color que ves en el envase al que luego se ve en las uñas. Me pone de los nervios los que según te los pones se ven de otro color diferente al que creías.
 
También hay un tratamiento de cabello en formato aceite de Schwarzkopf, sólo lo he probado dos día y me gusta, da como volumen pero sin encrespar y bastante brillo sin engrasar el pelo. Yo tengo el pelo seco y rizado, no sé cómo irá en pelo graso.
Sobre el sérum de Lancome y el Dream Tone no puedo opinar de momento. El sérum sólo llevo 4 días usándolo y el Dream Tone es para piel morena y yo tengo la piel muy clarita, con lo cual se lo he regalado a una amiga, que ha prometido contarme qué tal.

En resumen, me han gustado mucho todos los productos y me han parecido útiles, muy ponibles.
Os pongo el enlace a guapabox por si os queréis animar, pinchad aquí. Hay varios formatos de suscripción, para todos los gustos

jueves, 3 de octubre de 2013

Para presumir hay que sufrir

 
Hoy pensaba escribir sobre otro tema, pero a mediodía he estado en la peluquería, y no me he podido resistir. La peluquería es ese antro de perdición donde pagamos para que nos hagan todo tipo de perrerías que ahora paso a detallar.
El tinte
El tinte como su propio nombre indica es para teñir el pelo, así contado parece inofensivo, pero no os llaméis a engaño, es una tortura digamos de nivel 3. Te ponen un líquido que huele, como os diría yo, que tira de espaldas, que más os vale ir en ayunas, porque como te hayas comido un cocido montañés, en la primera arcada lo desparramas por todo el local. El liquidito no sólo huele que te corta la respiración, sino que es como si te hubieran echado ácido sulfúrico en la cabeza, es una mezcla entre picor y escozor que te dan ganas de clavarle las tijeras en el muslamen a que te lo está echando. Por si os ha parecido poco, para avivarlo y que “suba” mejor te bajan del techo un aparatejo digno de la nave de Startrek del cual sale un calor infernal, con lo que te pica y te escuece mucho más.
Si en este punto aún estás consciente y te atreves a mirarte en el espejo, no te reconocerás en ese ser que te mira con los ojos desencajados. Digamos que tu pelo tiene en las raíces una especie de plasta cremosa de color como azulado, y las puntas es como si te lo hubieran cardado con lo que usan los gatos para rascarse las uñas, pero con el gato puesto. Todo esto encerrada en una especie de radiador de 4 brazos que te envuelve. El panorama es desolador. Yo en ese punto soy partidaria de cerrar los ojos  y ponerme a divagar.
El lavado
Luego viene el lavado, claro, para tu regocijo y cuando ya estás a punto de rascarte el cuero cabelludo hasta despellejarte viva, oyes: “pasa al lavabo” y te suena como música celestial. “El lavabo” en sí, lo es, pero claro, como se trata de lavarte el pelo sin ponerte perdida de agua (que no siempre se consigue), tienes que echarte como hacia atrás y apoyar la cabeza en una especia de orinal gigante de plástico que me recuerda a las cuñas que ponen en el hospital pero en negro, que eso sí que ha debido ser diseñado por el mismísimo demonio o al menos por alguien que tenía muy mala leche. Al principio no te lo parece, pero al ratín de estar ahí recostada empiezas a notar cómo el utensilio se empieza a clavar en las cervicales. Si en este punto te cae la típica gota traicionera que resbala por tu cuello y continúa por tu espalda hasta exactamente la rajilla del culo, ya es el acabose. En este punto puede que oigas: “¿quieres mascarilla?”… -“Nooooooo, no quiero mascarilla, lo que quiero es que esto se acabe ya de una puñetera vez y si aprecias en algo tu vida, por tu madre, date prisa que me va a dar una contractura”
El corte
Esta es la parte menos dañína en el momento, pero a largo plazo puede tener consecuencias graves. ¿Por qué les gusta tanto a las peluqueras/os cortar? te miran con ojillos de ilusión infinita y una sonrisa de oreja a oreja: “¿cortamos?...” Casi da penilla decirles que no, les da como bajón, yo creo que les quitan puntos del carnet de peluquero o algo así.
El secado
La última parte, o la última tortura, según se mire. Digamos que yo tengo el pelo rizado y cuando voy a la peluquería aprovecho y me lo aliso. El alisado se hace básicamente, a tirones, es como si pretendieran arrancarte el pelo a mechones, vamos, una delicia. Enrollan el mechón en un cepillo, y tiran a la vez que te echan aire caliente, vamos para llorar directamente o darte al alcohol. Propongo que en las peluquerías deberían poner copas, para pasar el mal rato, “qué va a ser?” “pues tinte y un gintonic”, mucho mejor que el “lavar y marcar” de nuestras madres, que por cierto, el marcar no sé qué era, a ver si antiguamente las marcaban como al ganado, vamos, ya lo que me faltaba.
Las mechas
Las mechas es como el tinte pero en versión cebra, es decir, a rayas. Y ahora las dan envolviéndolas en papel de plata, que te miras al espejo y no sabes si es tu pelo o unas chistorritas preparadas para la barbacoa, antes te las daban con gorro…. muuuuuy fuerte, te ponían como una especie de casco de goma con agujeritos y te iban sacando mechoncitos de pelo con una aguja de hacer ganchillo. Esto es verídico, no me lo he inventado, es acordarme y se me ponen los pelos como escarpias….
Si ya lo decía mi abuela, para presumir hay que sufrir…