lunes, 23 de febrero de 2015

El gimnasio y yo: una relación amor-odio


Lo mío con el gimnasio es una relación amor-odio, es como esos novios que te salían cuando tenías 16 años que sabías que aquello no iba a terminar bien, pero que no podías dejar, pues algo así. Voy por obligación, mayormente, a la hora de ir me da una pereza mortal, no me apetece nada, pero el caso es que sí va a ser cierto lo de que el cuerpo libera algo, porque cuando sales te sientes súper bien. Últimamente he decidido ir en fin de semana, me da menos pereza, así que llega el sábado, desayuno, porque no es cuestión de salir con el estómago vacío, a ver si me va a dar un desmayo y me disfrazo. Me meto en esos pantalones que vas como embutida, que más bien pareces una morcilla de Burgos, me pongo un sujetador deportivo y una camiseta con un poco de tono flúor por aquello de no desentonar, y no parecer Morticia Adams, que esa es otra, la indumentaria tiene bemoles, no puede ser más espantosa. Y el sujetador digamos que más que sujetar, prensa, porque una vez que has conseguido ponértelo, ahí no se menea mi media teta, vamos, como me lo apriete un poco más, me salen por la espalda. Llego, toda chulita cojo aire, meto tripa y paso a la sala de torturas, donde me esperan todo tipo de maquinarias infernales. Suelo empezar por lo más sencillito que es la bici, que hay de varios tipos, según el nivel de tortura que quieras infligir en tu cuerpo serrano, yo por motivos obvios elijo la que tiene respaldo, por proteger la zona lumbar, no por otra cosa, que una va teniendo una edad y las bicis las carga el diablo. Te sientas y ves un cuadro de mandos, que menos el botón de Despegue tiene de todo, no te vengas abajo, es más fácil de lo que parece, y que tampoco te eche para atrás que ponga MATRIX, no te preocupes que no vas a entrar en un universo paralelo. Cuando te haces con los mandos de la nave, digo de la bici, empiezas a pedalear como si no hubiera un mañana y te haces una serie de 20 minutos, que se te hacen eternos, es como si se hubiese parado el tiempo, no avanza. Es mejor mirar al frente, a la pantalla de TV donde ponen sin parar programas  deportivos, que podían poner algo más interesante, no? El caso es que cuando llevas pedaleando lo que te parece una eternidad y el sudor te cae a chorros por el canalillo, miras y resulta que sólo llevas 5 minutos y has gastado 30 calorías, vaya una mierda, ya me puedo comer por ejemplo, un yogur. No desesperéis. Hay que aguantar toda la serie completa. Cuando terminas te quieres morir, directamente, afortunadamente se apaga sola si dejas de pedalear, no busques el freno que no tiene. Ahora te bebes media botella de agua de un trago y te bajas con la mayor dignidad posible y con cuidado no se te vaya a enganchar un pie y te rompas la crisma.
Otra vez, derecha como un palo y mete tripa, ahora me voy a la zona de musculación femenina, que se llama así porque las máquinas son de color rosa. Que no te engañe su color, son unas hijas de puta igual que las otras, sólo que más cuquis. Ahí ejercitas músculos que no sabías ni que existían pero que no se te van a olvidar cuando te duelan todos al día siguiente. Si cuando estás subiendo y bajando brazos crees que has ligado con el musculitos de la máquina de enfrente que no te quita ojo, no te hagas ilusiones, igual es que olvidaste depilarte y tienes todo el felpudín al aire, cuidado con eso. Ahí sigues hasta que quieras arrancar te de cuajo los brazos, sólo habrán pasado unos 5 minutos.

Hala, esto es un no parar, ahora a la cinta, como si fueras un  hámster. Para entender el cuadro de mandos de esta máquina ya hay que hacer un master o tener una amiga que te lo explique como fue mi caso. Así que venga, vaaaaaaamonos, a paso ligero, vas subiendo la velocidad y la inclinación, sin pasarte, claro, te miras las tetas de vez en cuando, todo controlado, siguen en su sitio, y caminas rápido o corres a ratos como si te persiguieran hordas de perros asesinos. Cuando sientes que te sale el corazón por la boca y que te va a dar un ictus, bajas otra vez el ritmo a paso ligero, y así hasta que en la pantalla pone la palabra mágica: enfriar. Y ahí una paz invade tu espíritu, por fin, la tortura acabó, te vuelves a mirar las tetas, siguen ahí, te suda hasta el chichi, y ves que sólo has perdido 150 calorías, otra mierda pinchada en un palo, pero es lo que hay. Así que esperas a que se pare la puta máquina, no te bajes en marcha que te puedes dejar los dientes contra el panel de control y te diriges como si te acabaras de bajar de un barco, al vestuario a trancas y barrancas donde te desplomas sobre un banquito hasta que recuperas el resuello, luego te arrastras hasta tu casa, donde te duchas y es como si volvieras a nacer, yo no me ducho en el gym porque me da asquito. Cuando llegas a tu casa y tu Mister te dice: “Ya estás aquí? Pero si has estado poquísimo tiempo”, reprimes las ganas de asesinarlo con tus propias manos, porque le quieres y porque no te quedan fuerzas. Si después de esto no soy la más maciza de toda la playa, yo ya es que tiro la toalla. Tengo una asignatura pendiente, y es la apocalíptica, algún día me atreveré con ella, pero de momento me da miedo. Una duda: los tatuajes cuando te brotan? Porque yo ya llevo más de un año apuntada y aún no me ha salido ninguno.

2 comentarios:

  1. Estaba traduciendo un texto aburridísimo y no veas qué ilusión al ver la miniatura de Playmobil en mi feed del blog, ya sabes, carcajadas garantizadas oye. Pero tengo que leerte encerrada en el lavabo porque mi hija mayor me acribilla a preguntas "¿Por qué te ríes mami? Cuentamelo! Yo quiero leerlo!".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajaja, ay que tengo una nueva fan en potencia, qué rica, es el relevo generacional, jajaja. Muchas gracias bonica. Me hace mucha ilusión haceros reir. Un beso enorme

      Eliminar