martes, 23 de septiembre de 2014

Querido Gym, he vuelto


Querido Gimnasio, o Gym, como me gusta llamarte cariñosamente, te escribo esta carta porque no quiero que mi actitud en los últimos tiempos te lleve a pensar que hemos roto. Sí, puede que últimamente nos hayamos distanciado, pero ha sido por causas ajenas a mi voluntad. Vaaaaaale, no es que me haya distanciado, es que he estado desaparecida y sin dar señales de vida, pero no pienses que me había olvidado de ti, es que necesitaba tomarme un tiempo. No eres tú, soy yo. Yo y las malas influencias que me han llevado por el camino de la perdición, soy débil, lo sé, y la noche me confunde, y el verano también. Tus enemigos las terracitas, las cervecitas, las patatas fritas, las amigas con sed insaciable me han hecho apartarme de ti durante quizás demasiado tiempo. Pero sólo ha sido un paréntesis en nuestra relación, volveré, retomaré nuestra relación amor-odio con toda su intensidad.  Dado que todo lo bueno se acaba, y que parece ser que hay que recuperar la vida normal, estoy dispuesta a volver. Y no es que te eche de menos, que me sigues pareciendo un antro infernal, sino que una va teniendo ya una edad y los excesos se pagan, así que después de un verano glorioso de frenesí y color, estoy preparada para afrontar la operación lorzasout. Posiblemente me pase esta tarde, no puedo prometerte nada. Ya no tengo excusas, hasta ahora he estado viviendo en la papelería, lo confieso, otro antro infernal al que van las madres en el mes de septiembre, mayormente porque todos los días hay que comprar algo. Ahora que lo de “parirás con dolor” parece que lo teníamos controlado con la amiga epidural, lo han cambiado y es: “pasarás en la papelería al menos un mes de cada año, y va a ser el de septiembre”, el caso es dar por culo.
Así que, además que ya venía yo pensando que tocaba ir a verte, encima ayer tuve la puntilla.  Según llegué del trabajo me puse a hacer una crema de calabacín pensando cenarla yo y que la comieran hoy el Mister y Lasniñas. Y una sopita de fideos para que cenaran ellos. Luego me siento en el sofá y descubro al Mister apretándose una bolsa de nachos (entera) dipeando en un tarro de hummus con una pinta…. que a mí me estaban dando los siete males, porque ya tenía la ensalada de a mediodía en los pies. Conseguí contenerme y no probarlos, ni estamparle el mando a distancia en la cabeza. Luego cenamos, yo la crema de calabacín y 3 lonchas de jamón de pavo (qué tristeza por Dios). Él la sopa, salchichón, jamón de pavo, queso, media barra de pan y todo lo que pilló por la cocina que parecía que no había comido en un mes. Después de cenar, y con la delicadeza que suele caracterizar al macho ibérico, me dijo: “Oye, tú no piensas volver al gimnasio?” Ahí sí que me contuve con la frente bañada en sudor, porque me dieron ganas de estrangularlo con mis propias manos.
Sí, cariño, voy a volver, es más, voy a volver esta misma tarde, y mientras, tú vas a ir a la papelería, de la cual volverás cargado como una auténtica mula, pero sin completar la lista, por supuesto, la lista nunca se acaba, y vas a hacer la cena y la comida de mañana. Cuando vuelva quiero que tengas la mesa puesta, las niñas con toda la tarea hecha y la mochila de mañana preparada y el pelo lavado, perfectamente aclarado y que les hayas pasado la liendrera 300 veces. Yo no me voy a comer una bolsa de patatas fritas y una cerveza delante de ti porque soy muy buena persona, pero luego voy a coger el mando y aquí se va a ver lo que a mí me dé la real gana, hoy voy a ser un tío.  Igual al final del día no estoy tan cansada como estaba ayer, ¿qué pensáis?

Y no creáis que vuelvo al gym por la rabia, bueno, un poco, es que son taaaaaaan graciosos, los hombres, digo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Cita a Ciegas: Deseo de chocolate


Nos enfrentamos a un nuevo reto madresférico en su sección Salita de Lectura. Ya sabéis que consiste en el compromiso de escribir una reseña “a ciegas”. En esta ocasión el libro es “Deseo de Chocolate” de Care Santos, editado por Planeta. A la autora ya la conocía en su faceta de periodista, pero no había leído ninguno de sus libros.
El título no puede ser más sugerente, y en él descubrimos la historia de tres mujeres, separadas en el tiempo, pero unidas por una pasión común: el chocolate.
El libro es, tal y como promete el título, un placer para los sentidos y la imaginación, pues a través detalladas descripciones nos vemos transportados a otras épocas.
El hilo conductor de estas historias es una chocolatera de porcelana que pasa por la vida de tres mujeres en distintos siglos.
Sara vive en Barcelona y es la heredera de un negocio chocolatero familiar. Aparentemente lleva una sencilla vida como empresaria, madre de familia y amante esposa…. o al menos eso parece. Pero todos tenemos secretos inconfesables,  y en su caso, la chocolatera que la acompaña siempre, es testigo mudo de su verdadera pasión.
Aurora, de origen humilde, hija de una sirvienta, vive en el hogar de una familia burguesa del siglo XIX. Tiene una vida muy diferente a la de Sara, o quizá no tanto, pero para alguien de su condición hay muchas cosas prohibidas.
Mariana, es esposa del más famoso fabricante de chocolate del siglo XVIII. En la corte francesa no se vería con muy buenos ojos que una mujer tuviese inquietudes emprendedoras y la valentía necesaria para enfrentarse a las normas establecidas.
La novela es muy entretenida y totalmente recomendable. Si después de esta reseña no tenéis ganas de leerla es que no tenéis remedio de ninguna clase. Lo que si os aviso es que si estáis a dieta os abstengáis de abrir este libro, porque hay momentos en los que casi puedes oler el chocolate… ahí lo dejo, porque me está entrando un hambre…
Si os ha gustado esta reseña, podéis votarme aquí

domingo, 7 de septiembre de 2014

Cómo sobrevivir a las vacaciones con adolescentes I

Visto aquí
 
Después de un invierno duro en el que Lasniñas comenzaron a volar en estado de semilibertad vigilada, y una primavera efervescente de hormonas, portazos, música a toda pastilla, cambios inesperados de humor, sonrisas y lágrimas, por fin llegó el verano. Ahora ya no servían las típicas artimañas que solemos utilizar las madres para evitar que los polluelos salgan del nido sin compañía de un adulto. Han sacado buenas notas, no tienen deberes y el entorno del adolescente en conflicto está más o menos controlado, es decir, conocemos a la mayoría de padres y madres de sus amigos, sabemos dónde viven y tras arduas investigaciones propias de los mejores agentes del FBI, hasta dónde trabajan la mayoría de ellos. Las niñas han pasado un mes de julio de frenesí y color, de casa en casa, de piscina en piscina, excursión al parque de atracciones, cine, vamos, un no parar de planes que ya quisiera yo para mí. Así transcurrió el mes de julio en paz y armonía.

Después llegó agosto y nos fuimos de vacaciones. Nuestro primer destino es un pueblo de Navarra que curiosamente, estaba en fiestas. Pero vamos a ver, ¿quién ha sido el desalmado que ha inventado las fiestas de los pueblos? Ese ser despreciable no tenía hijos, claro. Resulta que en los pueblos los niños salen hasta altas horas de la madrugada, así, a lo loco, sueltos. Hombre, tienes la opción de salir tú también, pero claro, seguir el ritmo a esa panda de jovenzuelos imberbes no es tarea fácil, y que conste que yo lo intenté, con todas mis fuerzas. Ahí fue cuando me di cuenta del paso inexorable de los años, cuando a la segunda canción de la orquesta “Impresiones” me quería pegar un tiro en la sien. Y Lapequeña todavía tenía freno, sobre la una le entraba sueño y se quería dormir en cualquier parte, pero Lamayor estaba desatada, bailaba como si no hubiera un mañana  y cantaba a pleno pulmón canciones que yo no había oído en mi vida, con una cara de felicidad absoluta que sólo se puede tener a los 13 años. No tuve más remedio que rendirme y cuando Lapequeña amenazaba con dormirse tumbada en el suelo de la plaza del pueblo y yo me olía mi resaca del día siguiente mezcla de la música atronadora y un gin tonic de garrafón puro, abandoné y me fui a dormir. Allí dejé a Lamayor no sin antes leerle la cartilla con una lista de consejos y normas sobre lo que no se debe hacer bajo ningún concepto y los peligros de la noche. Bordé el papel de madre loca que mi propia madre interpretaba a la perfección. Afortunadamente para mi salud mental, 4 de los de la pandilla son primos suyos y otros 2 hijos de amigos, sino yo creo que no me voy. A pesar de todo según me iba me estaba arrepintiendo de todos los libros de novela negra sueca que me he leído en los últimos años y que te meten el miedo en el cuerpo.

Así transcurrió la primera etapa de nuestras vacaciones en la cual he aprendido dos cosas, que odio con toda mi alma las fiestas de los pueblos y que la primera noche que salen es la peor. En esa primera noche ví mi vida entera pasar en imágenes ante mí y un escalofrío recorrió mi cuerpo, pensé: “la que nos espera”. El Mister el pobre lo llevó con bastante dignidad, aún no ha empezado la peor etapa para él, que será cuando aparezcan en lontananza los buitres.

La segunda parte de las vacaciones la dejo para otro momento, que también tuvo lo suyo.